12.29.2009

Lo dulce de mi sangre



Contemplé, durante más de cuatro horas, por mi ventana las vacías calles de Madrid.

Los árboles llenos de bombillas de navidad, las decoraciones de las casas.
Veo llover en mi ventana agua clara de la mañana.
La luna se mostraba clara y limpia.
Escalofríos recorrían mi columna como gotas de agua descendían por los cristales de la ventana.
La inspiración venia a mi en cada mirada a horizonte, pero ya no tengo ganas de escribir.
Ya he comprendido que la vida son más que las palabras.
Pero esta mañana al despertar, sentí de nuevo la atracción que me dirigía hacia él.
Me levanté lentamente, y recorrí el largo y oscuro pasillo de lo que un día pude llamar mi hogar.
Entonces me topé con él. Seguía ahí, en el mismo sitio de siempre, igual de atractivo que al principio, le acaricié con cariño, como solía hacer, antes pensaba que él podía sentirme, pero me día cuenta que era yo la que le sentía el.
Levanté la tapa del piano, y me senté en la pequeña banqueta.
Estaba igual de fascinada que el primer día que acaricié aquellas frías teclas de marfil.
Tenía un nudo en el estómago.
Coloqué mis dedos sobre las teclas del piano y comencé a tocar “Moonlight sonata” de Beethoven.
Había pasado demasiado tiempo desde la última vez que toque a mi amigo, mi confidente, a él.
Cambié de canción, “Para Elisa” de Beethoven, fue la ultima sinfonía que toque desde que murió mi…vida.
Las lágrimas descendieron por mis mejillas, y todo se volvió frío me levante de la banqueta y huí de el piano.
Salí al balcón y sentándome en el suelo deje que la lluvia se mezclara con mis lágrimas deseando que con ellas se llevara también mi pena mi temor mi miedo mi recuerdo…
Y dejara que volviera junto a él.


Porque el veneno de la música corre por mis venas.